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Clau César*

PARA QUE TE QUIERAN, QUIERE-- GABY VARGAS

PARA QUE TE QUIERAN, QUIERE-- GABY VARGAS Mi mamá me manda pocas cadenas, porque sabe que jamás las leo, pero lo que sé es que cuando me manda una vale la pena leerla.
Este mail me lo mandó la semana pasada y me encantó, es la décima vez que lo leo y no me canso, es muy cierto y vale oro.

Si quieres que te quieran, quiere
Gaby Vargas

A mis papás:
Tengo grabada la respuesta de mi papá. Hace unos días celebramos, con una
cena en familia, los 50 años de casados de mis papás. Fueron momentos
felices, de esos en los que uno le da gracias a la vida por tantas
bendiciones.
A la hora del café, Macarena, una de mis cuñadas, le pregunta a mis papás
qué consejo nos darían a quienes aspiramos a cumplir tantos años de casados,
tan compenetrados como ellos lo están.
Mi mamá contestó que era cuestión de construir poco a poco, y cada día, los
pilares que sostienen el matrimonio, como el amor, la tolerancia y la
comprensión.
Mi papá, que es de pocas palabras, sólo dijo: si quieres ser feliz, haz
feliz a tu pareja. Si quieres que te quieran, quiere.
Este concepto retumbó en mi cerebro, y sigue haciendo eco con mucha
frecuencia, ya que es aplicable no sólo con nuestra pareja, sino en
cualquier campo y tipo de relación humana.
Si observamos, ¿por qué al ver un bebé que nos sonríe, de inmediato compra
nuestro corazón? o ¿por qué nos gana nuestro perro cuando llegamos a casa y
al vernos, ladra y se alborota como si fuéramos el único ser viviente sobre
la Tierra?
Si criaturas tan inocentes lo saben y lo hacen por algún instinto divino,
¿por qué no lo hacemos nosotros? Si sólo mostráramos interés y cariño por
los demás, en un mes ganaríamos más amigos de los que ganaríamos en un año.
Pero estamos muy ocupados. ¿Cuántas veces hemos estado dispuestos a hacerlo?
Hablamos de nuestros logros, de nuestras cualidades, de lo bien que va
nuestro negocio, de lo inteligentes que son nuestros hijos... Y lo único que
ganamos es quedar muy bien ante nosotros mismos. Nada más. La realidad es,
por cruda que sea, que los otros no se interesan por mí, ni por usted. Se
interesan por ellos mismos. ¡Todos nos interesamos primero por nosotros
mismos!
Recordemos que tenemos un gran ego. ¿Sabía usted que la Compañía Telefónica
en Nueva York realizó un detallado estudio de las conversaciones por
teléfono y comprobó que la palabra "yo" es la que se usa con más frecuencia?
En 500 conversaciones telefónicas se utilizó 3 mil 990 veces "yo, yo, yo,
yo".
Cuando vemos una fotografía de grupo en la que salimos, ¿a quién vemos
primero? Alfred Adler, el famoso psicólogo vienés, escribió: "El individuo
que no se interesa por sus semejantes es quien tiene las mayores
dificultades en la vida y causa las mayores heridas a los demás. De esos
individuos surgen todos los fracasos humanos".
¡Y cuán cierto es! Cuentan que a Ghandi, al bajarse del tren en que viajaba,
se le salió una de sus sandalias y fue a parar en medio de la vía. Como el
tren estaba en movimiento, no la pudo rescatar.
Para el asombro de sus compañeros, tranquilamente se quitó la otra y la
lanzó de manera que quedara junto a la anterior. Cuando un acompañante le
preguntó por qué lo hacía, Ghandi sonrió.
"El pobre hombre que se encuentre ese zapato sobre la vía", respondió,
"ahora tendrá un par para usar".
Usted o yo, ¿haríamos lo mismo? Usted dirá... ¡claro, es Ghandi! Sin
embargo, podemos reducir su filosofía a la misma frase que titula esta
colaboración.
No hay vuelta de hoja. Si quieres que te quieran, quiere. Si queremos
obtener amigos, o estrechar más los lazos, dediquémonos a tener pequeños
detalles hacia ellos, a hacer cosas por los demás, cosas que requieran
entrega, tiempo, energía, altruismo...
Si quiero a las personas, se los demuestro siendo cortés y amable con ellas.
Bueno, hasta con un sencillo saludo. Recuerdo a mi querida amiga Pachela.
Toda la gente que la conoció hablaba maravillas de ella, y le caía bien a
todo el mundo. ¿Su secreto? Siempre se interesó por los demás y nos hacía
sentir especial a cada una de sus 500 mejores amigas.
Si la encontrábamos en la calle, nos saludaba como si fuéramos "rock stars".
Parecía que no nos había visto en años, aunque la hubiéramos visto la semana
anterior.
También recuerdo cuando, hace poco, pasé mi cumpleaños en un curso fuera de
mi casa, rodeada de extraños. A la hora de la cena, ¡todos cantaron, unas
lindas señoras trajeron un pastel que habían ido a comprar al pueblo, me
regalaron una tarjeta muy escogida y firmada por mis compañeros! Después de
quedar totalmente conmovida, con remordimiento pensé que yo nunca hubiera
hecho algo así. ¡Qué horror!
Recordemos lo que señaló Publio Syro, un poeta romano de antes de Cristo:
"Nos interesan los demás cuando se interesan por nosotros".
Quizá porque me falta hacerlo, la frase dicha por mi papá sigue retumbando
en mi cabeza: si quieres que te quieran... quiere.

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